Este 24 de agosto, los ucranianos celebramos 30 años de Estado independiente, que no nos dejaron preservar a principios del siglo XX
Svitlana Kramarenko
Cónsul de Ucrania en Málaga
Hace cien años, en 1921, el Coro Nacional de Ucrania estaba ofreciendo una serie de conciertos en la costa andaluza para llamar la atención aquí, en España, sobre el hecho de que la República Popular Ucraniana –fruto de la autodeterminación de los ucranianos tras la caída de los imperios ruso y austrohúngaro– tiene amenazada su independencia.
Según los programas que se conservan, el Coro –vestido con camisas bordadas típicas– interpretó una pieza compuesta por su contemporáneo, Mikola Leontóvich, llamado ‘Cántico a Nuestra Señora de Pochaiv’. La historia de esta veneración nace a finales del siglo XII, cuando el Estado medieval kievita – del que tanto la Ucrania proclamada en 1917 como la actual tomaron su escudo, el tridente y nombre de la divisa nacional, la grivna– sucumbió frente a las invasiones asiáticas.
Por aquel entonces, en 1919, el geógrafo Ricardo Beltrán y Rózpide, en su obra ‘Nuevas nacionalidades en Europa’, ya hubo presentado a los ucranianos como una nación fraguada de los cosacos (durante la Edad Moderna) y que «tienen cierto parecido con los andaluces por su gallardía y genio más alegre y abierto que los demás eslavos». En este contexto, el académico español sugirió que Ucrania es la Andalucía de la otra punta de Europa.
Tras toda la época de la URSS, que duró entre 1922 y 1991, para muchos españoles las naciones independizadas vuelven a ser “nuevas”. En nuestro caso, la gran misión cultural que hace cien años desempeñó un gran coro itinerante, ahora la cumple de manera más estable la comunidad ucraniana: casi 18.000 personas afincadas en Andalucía, 12.000 de las cuales son vecinos de Málaga y los municipios de la provincia. Pero hoy tampoco los cantos que se entonen pueden ser todo lo alegre que quisiéramos, en tanto Ucrania vuelve a estar sometida a la agresión militar extranjera.
Este 24 de agosto, los ucranianos celebran 30 años de Estado independiente, que no nos dejaron preservar a principios del siglo XX. Esta falta de independencia trajo para Ucrania una serie de tragedias nacionales. Sin ir más lejos, nada más instaurarse hace cien años el poder soviético, el antes mencionado compositor Leontóvich –conocido por ser el autor del villancico ‘Carol of the Bells’ – fue asesinado por agentes de la cheká que purgó a tantos otros intelectuales a lo largo de las décadas. Pero la mayor de las atrocidades soportadas fue la genocida hambruna provocada por Stalin –llamada Holodomor– la cual, cobrándose millones de víctimas entre 1932 y 1933, liquidó en Ucrania –considerada ‘el granero de Europa’– al campesinado libre, que era una base de nuestra nacionalidad.
Volviendo a recordar a Beltrán y Rózpide, hablar de nuestra personalidad propia es constatar «un cuerpo con un alma, que es el alma nacional, alma en que hay conciencia de ser una entidad distinta de otras, firme convencimiento del propio valer desde el doble punto de vista moral y material, y voluntad de ser por sí y para sí». La personalidad nacional ucraniana es, además, europea. Y, en cuanto nos asemeje, llamémosla también andaluza.
Lamentablemente, hay compatriotas que no pueden unirse a la celebración de la fiesta nacional ucraniana, los que viven en los territorios de Ucrania temporalmente bajo ocupación: Crimea y partes de las regiones de Donetsk y Lugansk.
Sobre esta violación internacional ya advirtió el citado académico español cuando ocurría hace un siglo: «Las potencias disponen de medios materiales para exigir el cumplimiento del Derecho; pero si no lo hacen o se mueven solo a impulsos del propio interés o del provecho que de la acción común ejercida pueda resultarse, perderán todo prestigio moral, se someterán de mala voluntad los débiles, procurarán los fuertes resistir y la guerra continuará siendo el juez supremo en los conflictos».
Cabe señalar en este sentido que el 23 de agosto se inició en Kyiv la Plataforma de Crimea, un mecanismo internacional que tiene por objetivo coordinar los esfuerzos de los países democráticos destinado a no reconocer la anexión de la península, proteger los derechos humanos en Crimea y contribuir a la desocupación de la misma. El Gobierno ucraniano valora con gratitud la participación en esta cumbre del ministro español de Asuntos Exteriores.